Un fantástico recorrido, imprescindible de nuevo, sobre la mujer en el cómic en uno de sus icónicos personajes: Wonder Woman.
El retrato de una evolución social, cultural y personal que sufre este personaje no debe dejarnos sin reaccionar y reflexionar al respecto.
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Wonder Woman: la historia detrás del mito
“Por fin, en un mundo dividido por el odio y las guerras de los hombres, aparece una mujer para la cual los problemas y las hazañas de los hombres son simplemente juegos de niños. Una mujer cuya identidad no es conocida para nadie, pero cuyas sensacionales proezas son excepcionales en un mundo que se mueve cada vez más rápido. Cien veces más rápida y más fuerte que nuestros mejores atletas masculinos, aparece para vengar la injusticia. Tan Hermosa como Afrodita, tan sabia como Atena, con la velocidad del Mercurio y la fuerza de Hércules: es conocida como Wonder Woman, pero en realidad nadie sabe quién es, o de dónde viene.”
Con estas palabras, el número 8 de la serie regular estadounidense All Star-Comicsintroducía en el año 1941 un personaje que, contra todo pronóstico, ha permanecido vivo hasta nuestros tiempos. Wonder Woman es a menudo denominada como la primera y la más famosa superheroína de todos los tiempos. A pesar de que no es cierto que fuese la primera — otras como la Mujer de Rojo, creada por Richard E. Hughes, hicieron su aparición en las viñetas antes que ella — lo que sí es indudable es que su popularidad ha superado con creces la de cualquier otro personaje femenino del universo del cómic.
Wonder Woman es frecuentemente asociada con el movimiento feminista. De hecho, la idea que ha prevalecido de Wonder Woman en la cultura popular durante todas estas décadas no es demasiado distinta la que se nos describía en su primera aparición: es una superheroína en un universo fundamentalmente dominado por hombres, cuyos poderes y habilidades superan con creces los del resto. Es un símbolo del empoderamiento femenino, que pretende demostrar que las mujeres son igual — o más — capaces que los hombres de ser poderosas e independientes, incluso cuando las circunstancias no les son favorables. Básicamente, es una especie de Rosie the Riveter del noveno arte.
Hay otra similitud entre esa descripción inicial de Wonder Woman del año 1941 y su concepción actual: nadie sabe, realmente, quién es. No cabe ninguna duda de que es un personaje popular; incluso aquellos no versados en el universo del cómic serían capaces de reconocerla, por su nombre y por su aspecto. Pero la imagen que la cultura popular ha asimilado de este personaje de DC Comics tiene, en la mayoría de ocasiones, poco o nada que ver con el contenido real de los tebeos en los que aparece.
Una cosa sí es cierta: Wonder Woman es feminista. Al menos, pretendía serlo en sus orígenes. Su creador fue un psicólogo, William Moulton Marston — conocido también por otras hazañas como la invención del polígrafo — cuyas investigaciones científicas le habían llevado a creer que las mujeres eran psicológicamente superiores a los hombres. Marston siempre defendió el potencial educativo y creativo de los cómics en una época en la que padres y educadores comenzaban a preocuparse porque fuesen una mala influencia para los niños. Pero también fue crítico con su contenido: tal y como escribió en un artículo en American Scholar, “desde un punto de vista psicológico, me parece que la peor ofensa que cometen los cómics es su espeluznante masculinidad.”
Su respuesta a este problema fue proponerle al editor estadounidense Sheldon Mayer la posibilidad de comenzar a publicar una alternativa a toda esta violencia masculina: una mujer superhéroe.
La utopía feminista
El personaje de Wonder Woman estuvo, con casi toda seguridad, inspirado por dos mujeres con las que Marston mantenía una relación poliamorosa: Elizabeth Holloway y Olive Byrne. Ambas eran personalidades destacadas en el panorama feminista de la época; representaban los valores progresisas que más tarde darían lugar al movimiento por la liberación de las mujeres en la década de los 60. Probablemente, convivir con mujeres con valores tan marcadamente feministas influenció la perspectiva y las investigaciones de Marston, y jugó un papel importante en la posterior creación del personaje.
«¿por qué me han atado con unas cadenas tan pequeñas? ¡Es un insulto!» -por W.M. Marston y Harry G. Peter
La historia de origen de Wonder Woman es una especie de utopía feminista: las amazonas, que habían sido encarceladas por Hércules, se liberan de su prisión y son conducidas por Afrodita a la Isla del Paraíso: una isla oculta donde no se permite la entrada de los hombres. De este modo, escapan del violento y cruel patriarcado para residir en paz en una sociedad dominada por mujeres, y permanecen en ella durante millones de años.
Para las amazonas, la ausencia de hombres en su territorio solo tiene una desventaja: no pueden reproducirse. A priori, no es un problema muy grande: al fin y al cabo, son inmortales, así que no corren el riesgo de que su especie se extinga. Pero la Reina Hipólita — la mayor figura de autoridad entre ellas — quiere desesperadamente una hija: así que la esculpe utilizando arcilla, y los dioses le conceden su deseo y le otorgan vida. Esta niña recibirá el nombre de Diana, y terminará convirtiéndose en la Wonder Woman que conocemos.
Este origen se distancia radicalmente de la violencia que caracterizaba los inicios de los superhéroes más populares en su época. Batman se convierte en vigilante porque presencia el brutal asesinato de sus padres y busca venganza; Superman es el último superviviente del planeta Krypton: toda su familia y su raza son destruidos cuando su planeta explota y tiene que venir a vivir a la Tierra. En contraposición a esto, Wonder Woman crece y vive en una isla donde es querida y apoyada por todas las demás amazonas. En un universo de superhéroes huérfanos y trágicos, el origen de Wonder Woman está basado en el amor y la sororidad.
“Las atletas amazonas, aplaudiendo a Diana, la aúpan alrededor de la pista. ¡Aclamemos a la princesa Diana, nuestra nueva campeona!” Por William Moulton Marston y Harry G. Peter
Tan contradictorio como pueda sonar dentro de esta utopía feminista, lo que lleva a Diana a salir de la Isla del Paraíso y convertirse en superhéroe es un hombre. Steve Trevor es un piloto de las fuerzas armadas de EEUU, cuyo avión se estrella y cae en la isla de las amazonas. Ella le asiste y le ayuda a recuperarse de sus heridas y, cuando vuelve al mundo exterior, decide acompañarle para luchar contra la maldad de los hombres. Este es, básicamente, todo su papel en la historia. Steve Trevor sigue apareciendo en toda la etapa de Marston, pero más allá de ser el motivo que hace que Wonder Woman salga de su isla natal, no tiene mucha más importancia. El rol que adopta a partir de ese momento es el de interés romántico y de damisela en apuros: la dinámica entre Diana y Trevor es similar a la que se da entre Superman y Lois Lane, pero con los géneros invertidos. Steve — como la Lois de aquella época — no puede valerse por sí solo y siempre termina metiéndose en problemas, y Wonder Woman tiene que salvarle constantemente, lo que genera en él una gran admiración y devoción por la heroína. Ella sin embargo, no parece demasiado interesada en él. Una inversión de roles nunca vista hasta ese momento en el mundo del cómic de superhéroes.
No más Wonder Woman
El feminismo de William Marston no era perfecto; el concepto de género que observamos en esta primera iteración de Wonder Woman está simplificado y basado en estereotipos y en los propios fetiches sexuales del autor. No obstante, el tono ameno del cómic y la simplicidad de sus tramas hacen que estos defectos no se trasladen texto de forma explícita. Marston pensaba que la única forma de lograr la paz y la estabilidad en el mundo era alcanzar una especie de matriarcado; que las mujeres tomasen las riendas de todos los aspectos de la sociedad y los hombres admitiesen someterse a ellas voluntariamente. Si bien pueden apreciarse estos matices en un análisis exhaustivo del tebeo, en la práctica la idea fundamental que éste transmite es que las mujeres poseen la misma fuerza e independencia que los hombres. Y a pesar de que, al final, fueron principalmente las mujeres las que adoptaron al personaje y sus mensajes como modelo a seguir, su autor pretendía dirigirse a un público masculino.
Todas estas ideas progresistas desaparecieron cuando Marston murió en el año 1947. La industria del cómic se preparaba para entrar en la Edad de Plata, y el título sufrió un cambio de equipo creativo que diluyó notablemente los matices ideológicos del personaje. Su nuevo guionista, Robert Kanigher, se esforzó por imitar el estilo narrativo del autor original, pero no poseía las mismas convicciones que éste. Wonder Woman recibió una nueva y trágica historia de origen, acorde con el resto de superhéroes de la compañía; comenzó a reciprocar los sentimientos de su hasta entonces unilateral interés romántico, Steve Trevor, y desarrolló interés por temas que hasta entonces le habían pasado desapercibidos, como el matrimonio y el establecimiento de una familia. Diana comenzó a resignarse, lentamente, a un rol más tradicionalmente femenino.
Las cosas no van mucho mejor a partir de aquí. Las mujeres consiguieron grandes avances durante las décadas de los 50 y los 60. Wonder Woman, sin embargo, no se hizo eco de ninguna de las reivindicaciones feministas, ni de sus logros. Tal y como explica Tim Hanley, historiador especializado en cómics, en su libro Wonder Woman Unbound:
“Cuando Rosa Parks se negó a ceder su sitio en el autobús en diciembre de 1955, Wonder Woman estaba jugando al béisbol con un gorila y luchaba contra un pulpo robot en Wonder Woman #78. Cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense aprobó el uso de la píldora como anticonceptivo oral en junio de 1960, Wonder Woman estaba en un desfile con Steve, y luchaba contra grandes animales hechos de globos y traídos a la vida en Wonder Woman #114. […] El mundo estaba cambiando de muchas maneras, pero Wonder Woman no estaba cambiando con él.”
La Wonder Woman de los años 60, como personaje y como símbolo feminista, palidecía en comparación de otras heroínas de ficción. Incluso dentro de la propia DC Comics, el personaje de Batgirl (Barbara Gordon) representaba mucho mejor los valores de independencia y empoderamiento femenino que se suponía que ésta debería haber tenido. Y aun así, es Wonder Woman quien ha prevalecido hasta nuestros días como un icono feminista.
Porque fueron las propias feministas quienes la hicieron suya.
La vuelta a las raíces
Fue Gloria Steinem, periodista, escritora y otro de los iconos del feminismo de la época, quien decidió reivindicar la figura de la superheroína: la Wonder Woman con la que ella — y tantísimas otras mujeres — habían crecido, no la triste sombra de sí misma en la que se había convertido. Cuando fue publicado el primer número de la revista feminista liberal Ms., que Steinem co-fundó, se eligió a Wonder Woman para ocupar su portada. Asimismo, la revista se encargó de reeditar una colección de las mejores historias de la primera etapa del personaje, acompañadas de ensayos sobre la importancia de su contenido y sus posibles interpretaciones relacionadas con el feminismo. Estos ensayos, a pesar de estar bien pensados y argumentados, ignoraron por completo las intenciones iniciales del autor; no tuvieron en cuenta las teorías psicológicas de Marston, ni la forma en la que él creía en la superioridad de las mujeres. Básicamente, le dieron una interpretación nueva: construyeron una imagen diferente del personaje virtiendo sus propias ideas en el texto existente. Una imagen que ha pervivido hasta nuestros días, pero que no necesariamente tenía que ver con las intenciones de su creador, y con el mensaje real detrás de las historias.
Portada del primer número de la revista Ms.
Las reivindicaciones de este grupo de feministas generaron un repunte en la popularidad del personaje; y la editorial decidió darle un nuevo enfoque a principios de los 70 que fuese más fiel a sus inicios. A pesar de eso, la serie se mantuvo durante décadas con unos índices de venta muy modestos.
El acontecimiento más remarcable que ha tenido lugar desde entonces en la historia de Wonder Woman ha sido el estreno de la serie de televisión protagonizada por Linda Carter, que se emitió entre 1975 y 1979. Más allá de eso, la superheroína no ha tenido la importancia mediática ni cultural que han tenido otros personajes masculinos de la misma editorial, como Batman y Superman. Sobrevivió a los 80 y a los 90 sin apenas historias destacables. El inicio de los 2000s trajo consigo un par de premios y algunas etapas que han sido bien consideradas por la crítica — por ejemplo, la de Gail Simone en 2008, la de Greg Rucka en 2005 o la de Brian Azzarello, que sigue publicándose actualmente — pero lo cierto es que su relevancia en la industria del cómic ha sido limitada.
Wonder Woman, por Brian Azzarello y Cliff Chiang.
Y a pesar de eso, Wonder Woman sigue viva. No murió cuando el mercado del cómic colapsó en los 90 y la industria se declaró en bancarrota, cancelando decenas de títulos. Sobrevivió a ser nombrada “peor cómic del año” en diversas ocasiones y a que el guionista Mike Sekowsky la hiciese abandonar sus poderes para poder vivir en Nueva York junto a su novio y fundar una boutique de moda.
Hoy en día sigue siendo un icono feminista, un símbolo del poder de las mujeres y de las cosas que son capaces de hacer. Y esto no se debe a ningún una decisión editorial sino a la determinación de las propias mujeres de hacer suya a esta heroína, y volcar sobre ella todos las aspiraciones y las expectativas de lo que esperan ser algún día.
Wonder Woman es un personaje con un origen sólido y definido que, a lo largo de su historia, ha sido contradicho e invalidado en infinitas ocasiones. Una figura que nació con unos valores y unos propósitos muy claros; y aunque éstos no siempre se han trasladado a las historias en las que ha aparecido, han estado permanentemente asociados a ella.
Su extraña y compleja historia es, además, su mayor fortaleza: el infinito número de reformulaciones y reinterpretaciones a las que se ha visto sometida han hecho que su verdadera identidad haya quedado oculta tras las vagas pinceladas de su imagen que han trascendido a la cultura popular. En el inconsciente colectivo, Wonder Woman es simplemente una mujer fuerte e independiente que puede lograr lo que se proponga en un universo dominado por los hombres. Un lienzo en blanco para que mujeres de todas las épocas puedan verter sobre ella sus ideales y sus valores. La mítica amazona siempre va a seguir ahí, sobreviviendo a las adversidades, quizás esperando que a que los nuevos feminismos la hagan suya y vuelvan a dejarla brillar, como ya sucedió en los años 70. Es eso, precisamente, lo que la hace inmortal.